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Los peces del crepúsculo, una nueva opción de superalimento marino sobre la que es necesario seguir indagando

 

La búsqueda de nuevas fuentes de alimentación abre la puerta a la pesca de los mictófidos, los peces de las profundidades oceánicas, aunque su consumo puede implicar otros impactos a tener en cuenta. 

La catedrática en Ciencias Marinas de la Universidad Rey Abdulah de Arabia Saudita, abría la mañana de la segunda jornada de Encuentro de los Mares con una interesante pregunta que ofrecía una nueva vía de lucha contra la hambruna global: “¿Nos comeremos los peces del crepúsculo?”.

Estos peces, conocidos científicamente como mictófidos, “son el vertebrado más abundante del planeta y viven entre los 200 y 1.000 metros de profundidad, una capa del océano a la que no llega la luz”. Esta característica confiere bioluminiscencia y una excepcional capacidad visual a las más de 250 especies existentes de este tipo de pez que es de medida muy pequeña –“entre 4 y 6 cm.”- y que es “el protagonista de la mayor migración que ocurre en la tierra subiendo cada día a la superficie para alimentarse y bajando luego a las profundidades”. 

Agustí destacaba, sin embargo, que “aún se desconoce mucho sobre los mictófidos”. En este sentido, apuntaba uno de los últimos descubrimientos que puede ser relevante en relación a la posibilidad de su pesca y consumo, pues “se ha cuantificado la biomasa de mictófidos y resulta que es mucho mayor de la estimada suponiendo el 65% de la biomasa de los océanos”. Además, añadía la catedrática, los mictófidos “tienen un gran valor nutritivo con un alto contenido en grasa y proteína, en Omega 3 y de otros ácidos grasos esenciales para el organismo, así como de hierro”. Estas características los convierten “en un candidato ideal para ser considerado un superalimento”. 

Y es por ello que ya varios países han mostrado interés en su captura y se han realizado pescas en el Índico, el Pacífico o incluso el Ártico; aunque queda por solventar “cómo introducir estas especies en nuestra alimentación”. Pero este es el menor de los problemas a los que se enfrenta la posible pesca a gran escala de los mictófidos, Susana Agustí recalcaba la necesidad de “seguir investigando las consecuencias” de esa pesca porque puede alterar otros ciclos importantes. El más obvio es su afectación en la cadena trófica, en la cual los mictófidos ocupan el tercer eslabón y “son el alimento de las pescarías que son de nuestro mayor interés, como el bacalao, el atún, el pez espada…”. 

Otro problema, “quizás el más importante”, tiene que ver con el papel de los océanos en la captura de CO2 de la atmosfera. Sabido es que sin los océanos el efecto del calentamiento global sería mucho mayor, y los mictófidos participan decisivamente en la retirada del CO2 de la superficie ya que “ya que como materia orgánica emiten CO2, pero al pasar la mayor parte del día en las profundidades aceleran el transporte del CO2 al fondo marítimo. Si retiramos en masa a los mictófidos podríamos alterar ese ciclo”. Es por ello que la pregunta con la que Agustí iniciaba su presentación sigue abierta porque “es necesario saber indagando sobre las consecuencias”. 

 

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